Erótica en el escenario

El tipo más corriente puede convertirse en una bestia sexual cuando se sube a un escenario. No hace falta que haga nada explícitamente erótico. Sólo la chulería de plantarse delante de la masa para arrancarse unas notas y dejarse la garganta en algún himno que haga enloquecer al público… ésos son imanes contra los que es difícil luchar. Imanes que incitan y excitan y hacen de la “erótica del escenario” algo más que un mito. Da igual si el cantante es hombre o mujer.

 

Esas personas que despuntan, que no tienen pudor, que sí tienen talento, que hacen movimientos de cadera y de cabeza y susurran y entrecierran los ojos en determinados fragmentos de la canción y no les importa nadie más que lo que están haciendo y les apasiona. Esas bestias del escenario inspiran muchas bajas pasiones entre los/las que les miran desde abajo del escenario.

 

La falta de pudor pone

Es lo mismo que ir a un puticlub. O a un club de striptease. Ver a esas chicas contonearse de forma desinhibida, sin que les importe lo más mínimo qué piensen de ellas… O mejor, sabiendo exactamente qué están pensando de ellas, cómo a los presentes les gustaría arrancarles la ropa, arrinconarlas contra la pared y… Y eso no hace que se coarten en absoluto.

 

Algo así es lo que hace que los/las artistas sobre un escenario nos induzcan a pensar en sexo.

 

No pocos vídeos muestran situaciones eróticas, no pocos/as cantantes aparecen sudados/as —y ya se sabe lo mucho que puede excitar—, no pocos entremezclan nuestros pensamientos más ardientes y ubican sus videoclips en locales de luces rojas, puticlubs, bares nocturnos donde todo puede pasar y donde cada uno de los pensamientos supera en atrevimiento al anterior.

 

Cuando las luces se atenúan, cuando los focos se encienden, cuando nos dejamos de vergüenzas, entonces es cuando más disfrutamos. Ya puede ser del erotismo de una rockera dándolo todo en un concierto o de una chica de pago haciendo el striptease más sexy en un puticlub.

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